7 de diciembre de 2010

Pesadillas 2






Noel Carroll en la introducción a la “Filosofía de terror” plantea dos preguntas muy curiosas: 1. “¿Cómo es posible que uno experimente miedo a algo cuya existencia puede descartar con toda seguridad?” 2.”¿Cómo pueden gustar las películas de terror si producen una sensación tan desagradable como el temor? Primero voy a referirme a la segunda aunque a mi parecer, las respuestas a las dos están relacionadas entre sí.

En el año 1890, cuando el irlandés Bram Stoker empezó a crear a su personaje más conocido, el protagonista de la novela “Drácula”, quería que el vampiro disuadiera a las chicas jóvenes de confiar demasiado en la gente, que las animara a llevar una vida tranquila y consciente.



El libro publicado en el 1897, que contaba con una cubierta de calidad muy baja, típica de la literatura de poco valor, consiguió un éxito contundente en ventas y fue traducida a varios idiomas. No obstante, resulto que en cada lengua se llegó al mismo trasfondo, que fue todo lo contrario de lo que el autor realmente desearía trasmitir. El protagonista malvado conquistó el mundo. Un aristócrata cautivador y peligroso, tan diferente al vampiro romántico creado por Polidori una década antes, sedujo a los lectores.

Desde aquel momento la bestia empezó a tentar con su encanto, atraía por su misterio, se hizo bella y los personajes literarios y cinematográficos posteriores no pudieron resistirle. Y aunque todo el mundo sabe que el vampiro es un villano amenazador, no dejan de amarlo. Su crueldad no asusta ni horroriza sino captura. Igual pasa con las películas de terror.

Noel Carroll evoca por ejemplo “La Bella y La Bestia”, un cuento. La percepción del espectador o del lector cambia según la actitud de la Bella, convirtiendo el temor y la repugnancia en el encantamiento indulgente de la chica, en la compasión y preocupación por la conducta de la Bestia. Es poco frecuente que nos identifiquemos con el monstruo, lo que por otra parte, no parece imposible. La Bestia siendo él quien ataca, goza de una posición más segura, así que en teoría, viendo una película de miedo desde la perspectiva de un zombi, un fantasma o un psicópata no nos deberíamos asustar.



Ahora bien, hay algo que pueda horrorizarnos más que el descubrimiento de la maldad dentro de nosotros mismos, o la consciencia de haber encontrado en el fondo del alma a una bestia feroz, que en cada instante está dispuesta a acometer acciones conducentes al derrumbamiento de nuestra armonía? Gracias a las películas de terror somos capaces de llegar a conocer a nuestro enemigo, la mala parte del carácter humano, con la que cada día asumimos de nuevo una lucha interna.

Paulina

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