9 de febrero de 2011

Pesadillas 3




Aunque se puede distinguir varias estructuras de las películas de miedo, todas se parecen por un rasgo, aparte de la lucha con el monstruo lo más frecuente es que supongan una serie de pensamientos, la búsqueda de las pruebas que confirman su existencia y un análisis a fondo. "De hecho la finalidad de tales obras es demonstrar el devenir de algo ajeno en lo conocido y la fuente de su carácter seductor. "1 Se descubre y revela lo que en realidad no existe. De ahí que los hechos hasta ahora evidentes hayan de ser revalorizados. La incredulidad y la percepción restringida de lo que es contrario a la naturaleza de ningún modo facilita resolver los problemas ni prestar ayuda. Es muy usual que la postura negativa ante los fenómenos paranormales que pone en tela de juicio la credibilidad de las fantasmas caracterice aquellos protagonistas a los que desde la perspectiva de nuestra butaca no somos capaces de comprender. Por lo tanto las estructuras más comunes de este género cinematográfico son la estructura de descubrir y de destructor. La Primera de ellas presenta una situación en la que los personajes no conocen el origen de los acontecimientos extraños que los rodean y paso a paso van descubriendo el autor de aquel estrago. Por otra parte es el propio destructor quien despierta unas emociones malas anhelando el poder prohibido y misterioso. Sentimos mucho interés por descubrir lo oculto y por conocer lo inexistente. Y aunque a la hora del enfrentamiento que siempre surge no es nada más que la lucha por supervivencia del ser humano, es el proceso conducente al saber que constituye un elemento seductor que nos atrae en frente de la pantalla con la intención de volver a desvelar el enigma de los impulsos que invaden de repente y de forma inesperada el mundo de los pensamientos y de lo cotidiano de cada uno de nosotros.

La película de terror es en gran medida el reflejo de nuestros deseos humanos. Desde los tiempos más remotos las gentes, incluso enteras sociedades, dan crédito a las fuerzas sobrenaturales. De ahí la buscada de los factores más influyentes y difíciles de dominar sea una de nuestras necesidades primarias. La creencia en una especie del alma del mundo está profundamente arraigada en el interior del ser humano, es una premisa natural que en la vida ilimitada adquiere una ideología que la excluye. Lo oculto, ajeno, misterioso e invisible despierta el espanto. A lo largo de los siglos los símbolos consolidados por la sociedad o simplemente su indiferencia facilitaban la creencia en las fuerzas sobrenaturales, despertaban el interés y mejoraban la memoria. De hecho, al vampiro no lo crearon en el siglo XIX. En la antigüedad los protagonistas intentaban engañar al destino asumiendo una lucha condenada al fracaso en contra de las fuerzas enemigas que determinan la vida humana. Tanto las guerras sangrientas como las epidemias desgastadoras concibieron una imagen de la muerte en forma humana y, una imagen atroz y repugnante. Las enfermedades contagiosas fueron consideradas por ser la consecuencia de la magia y, lo que parece evidente, el grueso de los mitos fue basado en una muerte invencible cercana a todos pero al mismo tiempo tan desconocida e impenetrable. Distintas visiones de ultratumba son una prueba palpable de que a lo largo de los siglos (incluso hasta los días de hoy) la muerte sigue despertando mucho interés entre los seres humanos sobre todo en su aspecto más cruel e impiadoso. A pesar de que nunca nadie había visto a esta mujer asquerosa con una guadaña en la mano, esta fuera imagen con la que se solía asociar a la muerte en la Edad Media (prueba de ello puede ser El diálogo entre el Maestro Policarpo y la Muerte, un poema medieval polaco). Y aunque a la gente honrada le traía un galardón no tenía una apariencia bella, angélica ni benigna. Incluso ya tradición antigua evoca el motivo del descenso al infierno, de los viajes a ultratumba que realizaban los protagonistas de apocalipsis nuevo estamental, así como los personajes de los cuentos barbaros, sobre todo los irlandeses. Siempre nos fascinábamos por la dimensión más oscura de la existencia de ultratumba. Es muy frecuente la comparación entre el cielo y el infierno pero el paraíso, aunque tan deseado, parece menos atractivo que el mundo del dolor y de la angustia, que una hondura misteriosa e impenetrable2. La maldad, tanto como la bondad, viene mano a mano con la naturaleza humana, prueba de lo cual son las innumerables torturas que nacían a lo largo de los siglos. Acabamos creando tal vez más recursos para provocar el dolor que para calmarlo.



Muchas veces las bestias se las identificaban con los animales a los que se les atribuía numerosas intenciones, rasgos y capacidades irracionales. De este modo en el siglo XIV Henri de Ferrieres a la hora de describir el rito de la caza pone de relieve la caza de ciervo otorgándole diez peculiaridades cristológicas y lo contrapone al jabalí (un rival muy exigente y peligroso) asociándolo con los rasgos diabólicos, compara sus colmillos con una horquilla infernal y consta que ''nunca mira el cielo, siempre anda con la cabeza hacia abajo, se pasa el día hozando y sólo piensa de los placeres terrenales, es sucio y se revuelca en el fango, tiene las patas curvadas"3 etc. Incluso la iglesia no animaba a la caza de ciervo considerándolo como algo más noble, controlado que carece de un final sangriento. Así pues cualquier peligro difícil de dominar.

Paulina

1N. Carroll, Filozofia horroru
2J. Le Goff, Świat średniowiecznej wyobraźni
3M. Pastoureau, Średniowieczna gra symboli

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