9 de noviembre de 2010

Pesadillas




Una pesadilla del verano pasado, ¿qué novedades nos puede aportar una película más, que sigue las convenciones del género de terror?


¿Qué nos dicen nuestras pesadillas?



José Ortega y Gasset, un filósofo español, en su momento dijo: “Hoy en día cuando el escritor se lanza a coger la pluma con el objetivo de escribir algo acerca de
un tema en el que ha profundizado bien, debería tener en cuenta que un lector común que aún no está familiarizado con dicho asunto, no va a empezar la lectura para ampliar sus conocimientos, sino con la intención de dictar una sentencia condenatoria al autor, siempre y cuando el argumento de su obra no coincida con la insustancial mediocridad del intelecto de aquel lector”1.

La obra, más bien que de su autor, nos informa del espectador que la ha escogido y evaluado. Naturalmente, para conseguir el éxito, mejor no correr el riesgo, sino desde el principio desplegar explícitamente todo lo que el destinatario anhela, lo que añora y lo que comprende. De igual modo, el arte contemporáneo nos enseña la mera verdad de este mundo y de nosotros mismos. ¿Qué género hasta tal punto llega al fondo de lo más oscuro y oculto? Las películas de terror, desde luego.

Dime cuáles te gustan más, cuáles te dan miedo, cuáles jamás verías, y te digo quien eres. Las películas de miedo hablan mucho del interior del hombre, sacan a la luz sus temores y angustias sembradas en los confines más remotos de sus almas. Presentan también el espíritu de la época, el aspecto oscuro de cada década, de cada nacionalidad, la incertidumbre procedente de los asuntos pendientes y de los que están a punto de ocurrir, el miedo que subyace detrás de la tempestuosa historia humana y el que nace en los cerebros, tantos libres como cautivados.

El peligro que aparece en las películas de terror necesita estar relacionado con los fenómenos paranormales, pero al contrario de los thrillers, no tiene un carácter real. Lo que sí que posee es una fuente de aquellos temores que proviene de las obsesiones humanas, de las enfermedades mentales, de las necesidades, recelos e ilusiones que a veces es muy difícil reconocer.

Queremos liberarnos del miedo que reside en lo más profundo de nuestros pensamientos, llegar a entender su origen, verlo, identificarlo, descubrir al enemigo interno y propio de cada uno, para ser capaces de analizarlo, humillarlo y al final derrotarlo por completo. De hecho, son las películas de terror, ante todo “Frankenstein” de Mary Shelley, que propiciaron la difuminación de la distinción entre la literatura culta y popular. A consecuencia de todo eso, tal vez, hoy en día sea tan difícil valorar este género cinematográfico, que de algún modo constituye una liberación.




Paulina



1http://www.dukaj.pl/czytelnia/publicystyka/HistoriaCharakteru

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